Durante los
siglos IX y X, los reyes astures incorporaron a su dominio la extensa cuenca
del Duero, y por su parte los condes
de Barcelona se anexionaron la comarca de Vic.
Ambos
territorios se hallaban prácticamente desiertos, de ahí que la primera tarea a
realizar fuera poblarlos y ponerlos en explotación.
Este proceso
que tuvo una importancia excepcional en la España medieval, se conoce con el
nombre de “repoblación”.
Para poner en
marcha esta ingente obra se necesitaba la existencia de pobladores, y éstos
escaseaban, por lo que en esta época se llevó a cabo con dos tipos de gentes:
habitantes de las zonas montañosas que descendían a las llanuras, y mozárabes
que emigraron desde Al-Ándalus.
Los
privilegios eran muchos y variados como: libertad personal, exención de
impuestos y prestaciones militares, permiso de comercio….
El sistema de
repoblación puesto en práctica en estos siglos se denominó: “presura” o “aprisio” en catalán….
Los
repobladores que llegaban a un lugar tomaban posesión del mismo, organizaban
los núcleos de población, delimitaban los términos y procedían a roturar los
campos.
La
repoblación podía ser dirigida por el propio monarca, que concedía entonces una
“Carta de Población o Carta Puebla”, mediante
la que se concedían los “Fueros” (1017,
Alfonso V, se lo da a León…), o bien por nobles que recibían las tierras en
pago a sus prestaciones militares, monjes para que fundaran nuevos monasterios
o un grupo de campesinos libres, que entraban en posesión de pequeñas parcelas
de tierra, “alodios”
En general
este sistema dio lugar a la aparición, sobre todo en Castilla, de numerosos
pequeños propietarios agrupados en comunidades aldeanas: concilium, conventos o “Concejos”, que dictaban los derechos y deberes de sus
miembros, y administraban los bienes de posesión común: prados, montes,
molinos, horno, zonas de barbecho, tipos de cultivo, turnos para el pasto de
animales..
A partir del
siglo XI, la necesidad de defender los territorios de los ataques musulmanes
fortaleció a los nobles y los monjes, que poseían castillos y monasterios
amurallados, donde los campesinos podían refugiarse.
Así pues,
muchos de ellos se vieron obligados a ponerse bajo la protección de un señor,
convirtiéndose en siervos…
En otras
regiones, como Galicia, se constituyeron por el contrario, grandes propiedades…
El antiguo
condado de Castilla se convirtió en reino con Fernando I, fusionándose con el de León, en el 1037, y sería durante el reinado de
su hijo, Alfonso VI, cuando
se adoptaría el título de “Emperador de
las tres religiones” o “Imperator totus Hispaniae”….
La conquista
de Toledo permitió apuntalar la zona de retaguardia situada entre el Duero y el
Sistema Central.
Esta región,
prácticamente, desierta, tuvo que ser repoblada, concediendo a los que acudían
al llamamiento amplias libertades y derechos, recogidos en una Carta o Fuero…
La
repoblación de este territorio se caracterizó por la creación de poderosos “concejos”: Salamanca, Segovia, Ávila,
Sepúlveda…, que eran cabeza de un extenso término o alfoz.
Estos núcleos
eran auténticas “ciudades-fronteras”, pues
su función básica era de tipo militar, ya que desde ellas se organizaban cabalgadas
(razzias) contra los musulmanes…
Los problemas
que planteó la conquista de Toledo fueron diferentes. Allí había una abundante población
musulmana, a parte de los mozárabes y judíos.
A los
musulmanes que permanecieron en la ciudad se les respetaron sus casas,
propiedades y culto, pero los bienes de los que huyeron, fueron donados a los
repobladores cristianos que llegaron a la urbe.
Fue por estos
años de éxitos en el campo de batalla y de derrotas frente a los almorávides que surge una figura
mítica, épica y legendaria, la del Cid,
(caid).
Zaragoza
caería al fin en manos cristianas en el 1118,
gracias a Alfonso I el Batallador, quien logró tomar el valle del Ebro, en
el que la población musulmana era muy densa, y que permaneció tras la conquista
en sus lugares, excepto en el centro de los núcleos urbanos, que fue repartido
a repobladores cristianos.
La región
meridional de Aragón, próxima al Sistema Ibérico, fue organizada a base de “ciudades-fronteras”, con fueros y una
función militar: Alcañiz, Calatayud,
Daroca…; la repoblación de estas zonas se realizó por comunidades mozárabes
procedentes de Al-Andalus.
No obstante,
la presencia en la Península de los
almohades, y las especiales condiciones de las regiones extremeña y
manchega, obligaron a poner en práctica otros métodos de lucha, que tuvieron su
protagonista en las Órdenes
Militares: Santiago, 1170, Alcántara, 1156 y Calatrava, 1158, que reflejan la perfecta simbiosis del
espíritu religioso de la época y su mentalidad violenta y belicosa; sus
miembros eran “monjes guerreros”, mitad
monjes y mitad soldados…, los “miles
Christi”, “soldados de Cristo”...
Por ello a
los tres votos clásicos de pobreza, castidad y obediencia, sus miembros añadían
un cuarto de “luchar contra los infieles
en defensa de la fe”, como los muyahids islámicos…
La ocupación
de Mallorca por Jaime I, motivó la
repoblación de la isla con gentes venidas de Cataluña, creándose medias y
pequeñas propiedades.
La conquista
de Valencia fue mucho más laboriosa, y el sistema de repoblación varió mucho de
unas áreas a otras: en el norte, la zona montañosa de Castellón, prácticamente
abandonada por los musulmanes, las Órdenes
Militares del Temple (cuyas reglas estableció, el predicador del Císter y de la Segunda Cruzada, San
Bernardo de Claravall, con el fin de defender los Santos Lugares y proteger a los peregrinos…) y del Hospital
(ideada para la atención hospitalaria de los peregrinos…), recibieron
extensas donaciones.
Por lo que
respecta a las repoblaciones efectuadas por las conquistas de los reyes
castellano-leoneses, Fernando III y su
hijo, Alfonso X el Sabio, la actitud hacia la población musulmana dependió
en buena medida de su resistencia a la expansión militar de los cristianos.
En general,
los musulmanes fueron obligados a abandonar los núcleos urbanos, aceptándose en
cambio, su presencia en los campos, excepto en el reino de Jaén.
Inmediatamente
se procedió a efectuar un repartimiento de las tierras ganadas, origen del
actual modelo latifundista andaluz.
La alta
nobleza, las Órdenes Militares y la Iglesia, recibieron extensos “donadíos”, particularmente en
Extremadura y en la región meridional de Andalucía, limítrofe con el reino
granadino.
Al mismo
tiempo se organizaron poderosos “concejos”
en torno a las ciudades repartiéndose sus casas y las tierras de sus
términos (los musulmanes fueron obligados a trasladarse a ellos, el “alfoz”), en función de la condición
social de los repobladores, pues los caballeros recibían un “heredamiento” superior al de los “`peones”.
Los
repobladores de Andalucía provenían sobre todo de la meseta norte.
En el reino
de Murcia permaneció después de la reconquista cristiana una gran parte de sus
antiguos habitantes musulmanes.
Los
repobladores procedían tanto del reino castellano-leonés, como de la Corona de
Aragón.
En las
ciudades surgieron fuertes “concejos”,
como el de Murcia, mientras que en la zona sur los nobles y las Órdenes
Militares se instalaron sólidamente.
En el año
1264, la población mudéjar de Andalucía se sublevó, con lo que una vez sofocada
la revuelta, gran parte de ellos se vieron forzados a emigrar hacia Granada o
el norte de África, agravándose las condiciones de explotación de estas
tierras.
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