LOS EMIRATOS Y EL CALIFATO DE CÓRDOBA.
El emirato dependiente desde el 711 hasta el 756.
Tras la invasión musulmana, la mayor parte de
la península ibérica se convirtió en una nueva provincia del califato islámico
(imperio musulmán), Al-Andalus. Al frente de este territorio se colocó a
un Emir o gobernador que actuaba como delegado del Califa musulmán,
por entonces perteneciente a la dinastía Omeya, con capital en ciudad de
Damasco.
Los musulmanes realizaron algunas incursiones
por el norte de la Peninsula, pero fueron derrotados por los astures en Covadonga (722). También penetraron en
suelo franco, donde ocuparon ciudades como Narbona, pero sufrieron un duro
golpe ante el ejército de los francos, al mando de Carlos Martel, en las proximidades de Poitiers (732).
Esta batalla supuso el fin de la expansión árabe musulmana en Europa y el
origen del beneficium (el rey pagó con tierras a la nobleza, en
concepto de usufructo… que a
la larga se convertiría en feudo,
es decir, la posesión territorial…).
A mediados del siglo VIII tuvo lugar un hecho
clave.: la dinastía Omeya fue víctima de la revolución Abasí,
familia que se adueñó del Califato. Un miembro de la familia derrotada logró
escapar, refugiándose en Al-Andalus,
donde, gracias a los apoyos que encontró, se proclamó emir. Se trataba de Abd-al-Rahman I (756-788),
con quien comenzaba en Al-Andalus el período conocido como emirato independiente, debido
a que acabó con la dependencia política de los califas abasíes, que
habían establecido su sede en la ciudad de Bagdad. Al-Ándalus siguió reconociendo al Califa Abasí como líder
espiritual del mundo musulmán.
Abd-al-Rahman I fijó su capital en la
ciudad de Córdoba e inició la tarea
de construcción de un estado independiente en Al Ándalus. Para ello necesitaba fundamentalmente tres cosas: un ejército, unos ingresos económicos,
y sofocar las posibles revueltas de sus enemigos. El desafío al poder
central de Córdoba fue una constante en las grandes familias nobles musulmanas
asentadas en las diversas regiones de
Al-Ándalus, así como la de los muladíes, mozárabes y bereberes asentados
en las marcas, o zonas fronterizas de
Mérida, Toledo o Zaragoza.
Entre las revueltas más célebres podemos
mencionar: la del motín del arrabal de Córdoba, en el año 818,>mozárabe, o
la del muladi Omar Ben Hafsum que se hizo fuerte en Bobastro, Málaga, a finales
del siglo IX, que tras su conversión al cristianismo, parecía querer atraer
también a los cristianos, muchos de los cuales huyeron a las tierras de
León>San Miguel de Escalada, Santiago
de Peñalba, y a la que puso fin Abderramán III.
El Califato de Córdoba
(929-1031).

Este nombramiento no solo pretendía realzar
su figura, sino también reivindicarla frente a los recientes califatos
aparecidos en el norte de África: el
fatimí en Egipto, el idrisí en Marruecos y el aglabita en Túnez.
El Califa residía en el alcázar de Córdoba, situado junto a la gran mezquita. Unos años después de su
autoproclamación, Abd-al-Rahman III
ordenó construir, al oeste de la capital, la impresionante ciudad-palacio de Madinat
al-Zahra,
convertida en residencia califal y en el centro del poder
político de Al-Andalus.
Al
Hakam II (961-976), destacó por su amor a la
cultura y el arte, siendo su parte la más hermosa de la mezquita de Córdoba.
Almanzor
y la crisis del Califato de Córdoba.
En las últimas décadas del siglo X, Almanzor
bi lah, el vencedor de Dios, se hizo con el poder efectivo en Al-Andalus; ejercía el cargo de hachib, una especie de primer
ministro. Mientras tanto, el califa de la época, Hisham II (976-1009),
vivía recluido en el palacio de Madinat
al-Zahra sin ejercer en lo más mínimo el poder político.
Almanzor, que basó su poder en el
Ejército, integrado sobre todo por soldados beréberes,
organizó terroríficas campañas contra los cristianos del norte peninsular,
llegando a arrasar León, Zamora, Lisboa,
Santiago, Barcelona... Su muerte en año 1002 en Calatayazor, Soria, inició el proceso de descomposición política
que llevó al fin del Califato en el 1031.
LA
CRISIS DEL SIGLO XI: REINOS DE TAIFAS
E IMPERIOS NORTEAFRICANOS.
La muerte de Almanzor en 1002, tras
sufrir una derrota en Calatañazor,
abrió en al-Ándalus una larga etapa
de fragmentación y disputa (fitna). En menos de
treinta años nueve califas se sucedieron en el trono, finalmente el califato de
Córdoba terminó por desaparecer en el año 1031. En su lugar surgió un
mosaico de pequeños reinos, llamados de taifas
expresión que significa “banderías” “partes”...
De forma paulatina las taifas
o banderías de Almería, Murcia, Badajoz, Granada,
Huelva, Toledo, Valencia y Zaragoza fueron independizándose del poder central
de Córdoba.
En un principio el Califato se fragmentó en
veintisiete reinos de taifas. Los más débiles fueron desapareciendo y fueron
anexionados por los más poderosos.
Estos pequeños reinos, mucho más débiles que
el Califato, se mostraron sumisos hacia los dirigentes cristianos, a los que
entregaban unos tributos llamados parias de pariare,
pagar..
La debilidad del Al-Andalus fragmentado en los reinos de Taifas permitió a los
reinos cristianos del norte tomar la iniciativa militar en la península.
Esta superioridad cristiana se vio dos veces interrumpida por la irrupción en
Al-Andalus de dos invasiones
norteafricanas que consiguieron de forma efímera recuperar la unidad de
la España musulmana.
La pérdida de Toledo en
el año 1085 fue un duro golpe para los musulmanes de Al Ándalus. La reacción fue llamar en
su ayuda al poder que se se había hecho fuerte al otro lado del estrecho de
Gibraltar: el imperio almorávide.
En el año 1086 llegaron los almorávides,
agrupación de tribus beréberes dedicadas a la ganadería, que poco antes
habían creado un imperio en el norte de África, con Yusuf Ben Tasufín como líder.
Caracterizados por el rigor religioso,
los almorávides acabaron con los taifas, unificaron el poder político en
al-Ándalus y lograron contener el avance de los cristianos hacia el sur.
Sus éxitos militares más importantes fueron las batallas de Sagrajas (1086) y de Uclés (1108) contra
Alfonso VI, rey de León.
El poder almorávide fue efímero. A mediados
del siglo XII la unidad de Al-Andalus
se vino abajo y la fragmentación política trajo los conocidos como Segundos
Reinos de Taifas.
Más tarde llegaron a la Península Ibérica los
almohades, que habían constituido
unos años antes en el Magreb un nuevo imperio, también formado por beréberes,
liderados por Ibn Tumart, fanatizados por
una interpretación literal y rigurosa del Corán.
Los almohades no solo unificaron
nuevamente al-Ándalus, sino que hicieron frente a los cristianos logrando
algunos éxitos notables, como el
obtenido en Alarcos (1195) contra Alfonso VIII de Castilla. También en este
período se construyeron algunos edificios emblemáticos de la España musulmana
como la Giralda de Sevilla o la Torre del
Oro.
Sin embargo, el intento almohade de
reunificación de Al-Ándalus también
fracasó. El momento clave fue la aplastante derrota sufrida ante los
cristianos en las Navas de Tolosa (1212), donde un ejército aliado cristiano formado en gran
parte por las tropas castellanas de Alfonso VIII de Castilla, las navarras de Sancho VII de Navarra y las aragonesas de Pedro II de Aragón contra el ejército
numéricamente superior del califa
almohade Muhammad
An-Nasir.
La batalla fue el resultado de la cruzada emprendida por el rey Alfonso VIII, el arzobispo de Toledo Rodrigo Ximénez de Rada y el papa Inocencio
III contra los almohades musulmanes que
dominaban Al-Ándalus.
Saldada con una importantísima victoria del
bando cristiano, esta batalla fue el punto álgido de la Reconquista y el principio del fin de
la presencia musulmana en la península ibérica.
El hundimiento del imperio almohade llevó de
nuevo a la fitna. Las nuevas taifas no pudieron resistir el
avance cristiano que resultó prácticamente incontenible. La España musulmana
quedó reducida al reino nazarí de Granada > correspondiente
a las actuales provincias de Granada, Málaga, Almería y parte oriental de
Cádiz<, convertido en vasallo del reino de Castilla, y fundado en el año 1238
por Mohamed Banu Nasr que los Reyes Católicos conquistarían en el año
1492.
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