miércoles, 28 de noviembre de 2018

7.Describe la evolución política de Al Ándalus.PREFERENTE.



LOS EMIRATOS Y EL CALIFATO DE CÓRDOBA.

El emirato  dependiente desde el 711 hasta el 756.
A partir de esta fecha 756 independiente hasta el 929> CALIFATO.

Tras la invasión musulmana, la mayor parte de la península ibérica se convirtió en una nueva provincia del califato islámico (imperio musulmán), Al-Andalus. Al frente de este territorio se colocó a un Emir o gobernador que actuaba como delegado del Califa musulmán, por entonces perteneciente a la dinastía Omeya, con capital en ciudad de Damasco.
Los musulmanes realizaron algunas incursiones por el norte de la Peninsula, pero fueron derrotados por los astures en Covadonga (722). También penetraron en suelo franco, donde ocuparon ciudades como Narbona, pero sufrieron un duro golpe ante el ejército de los francos, al mando de Carlos Martel, en las proximidades de Poitiers (732). Esta batalla supuso el fin de la expansión árabe musulmana en Europa y el origen del beneficium (el rey pagó con tierras a la nobleza, en concepto de usufructo… que a la larga se convertiría en feudo, es decir, la posesión territorial…).
A mediados del siglo VIII tuvo lugar un hecho clave.: la dinastía Omeya fue víctima de la revolución Abasí, familia que se adueñó del Califato. Un miembro de la familia derrotada logró escapar, refugiándose en Al-Andalus, donde, gracias a los apoyos que encontró, se proclamó emir. Se trataba de Abd-al-Rahman I (756-788), con quien comenzaba en Al-Andalus el período conocido como emirato independiente, debido a que acabó con la dependencia política de los califas abasíes, que habían establecido su sede en la ciudad de Bagdad. Al-Ándalus siguió reconociendo al Califa Abasí como líder espiritual del mundo musulmán.
Abd-al-Rahman I fijó su capital en la ciudad de Córdoba e inició la tarea de construcción de un estado independiente en Al Ándalus. Para ello necesitaba fundamentalmente tres cosas: un ejército, unos ingresos económicos, y sofocar las posibles revueltas de sus enemigos. El desafío al poder central de Córdoba fue una constante en las grandes familias nobles musulmanas asentadas en las diversas regiones de Al-Ándalus, así como la de los muladíes, mozárabes y bereberes asentados en las marcas, o zonas fronterizas de Mérida, Toledo o Zaragoza.
Entre las revueltas más célebres podemos mencionar: la del motín del arrabal de Córdoba, en el año 818,>mozárabe, o la del muladi Omar Ben Hafsum que se hizo fuerte en Bobastro, Málaga, a finales del siglo IX, que tras su conversión al cristianismo, parecía querer atraer también a los cristianos, muchos de los cuales huyeron a las tierras de León>San Miguel de Escalada, Santiago de Peñalba, y a la que puso fin Abderramán III.

El Califato de Córdoba (929-1031).

Un importante paso en el fortalecimiento de Al-Ándalus se dio en el año 929, cuando el emir Abd-al-Rahman III (912-961) decidió proclamarse Califa, ”sucesor del enviado de Dios”,  líder político, jefe de la oración o imán,  y líder de la guerra, por lo que en el cargo confluían el poder político, militar  y el religioso. “Nos parece oportuno que, en adelante, seamos llamado Príncipe de los Creyentes”, se escribía en una carta que el nuevo califa envió a sus gobernadores.
Este nombramiento no solo pretendía realzar su figura, sino también reivindicarla frente a los recientes califatos aparecidos en el norte de África: el fatimí en Egipto, el idrisí en Marruecos y el aglabita en Túnez.
El Califa residía en el alcázar de Córdoba, situado junto a la gran mezquita. Unos años después de su autoproclamación, Abd-al-Rahman III ordenó construir, al oeste de la capital, la impresionante ciudad-palacio de Madinat al-Zahra, convertida en residencia califal y en el centro del poder político de Al-Andalus.
Al Hakam II (961-976), destacó por su amor a la cultura y el arte, siendo su parte la más hermosa de la mezquita de Córdoba.

Almanzor y la crisis del Califato de Córdoba.

En las últimas décadas del siglo X, Almanzor bi lah, el vencedor de Dios,  se hizo con el poder efectivo en Al-Andalus; ejercía el cargo de hachib, una especie de primer ministro. Mientras tanto, el califa de la época, Hisham II (976-1009), vivía recluido en el palacio de Madinat al-Zahra sin ejercer en lo más mínimo el poder político.
Almanzor, que basó su poder en el Ejército, integrado sobre todo por soldados beréberes, organizó terroríficas campañas contra los cristianos del norte peninsular, llegando a arrasar León, Zamora, Lisboa, Santiago, Barcelona... Su muerte en año 1002 en Calatayazor, Soria,  inició el proceso de descomposición política que llevó al fin del Califato en el 1031.

LA CRISIS DEL SIGLO XI:  REINOS DE TAIFAS E  IMPERIOS NORTEAFRICANOS.

La muerte de Almanzor en 1002, tras sufrir una derrota en Calatañazor, abrió en al-Ándalus una larga etapa de fragmentación y disputa (fitna). En menos de treinta años nueve califas se sucedieron en el trono, finalmente el califato de Córdoba terminó por desaparecer en el año 1031. En su lugar surgió un mosaico de pequeños reinos, llamados de taifas expresión que significa “banderías”  “partes”...
De forma paulatina las taifas o banderías de Almería, Murcia, Badajoz, Granada, Huelva, Toledo, Valencia y Zaragoza fueron independizándose del poder central de Córdoba.
En un principio el Califato se fragmentó en veintisiete reinos de taifas. Los más débiles fueron desapareciendo y fueron anexionados por los más poderosos.
Estos pequeños reinos, mucho más débiles que el Califato, se mostraron sumisos hacia los dirigentes cristianos, a los que entregaban unos tributos llamados parias  de pariare, pagar..
La debilidad del Al-Andalus fragmentado en los reinos de Taifas permitió a los reinos cristianos del norte tomar la iniciativa militar en la península. Esta superioridad cristiana se vio dos veces interrumpida por la irrupción en Al-Andalus de dos invasiones norteafricanas que consiguieron de forma efímera recuperar la unidad de la España musulmana.
La pérdida de Toledo en el año 1085 fue un duro golpe para los musulmanes de Al Ándalus. La reacción fue llamar en su ayuda al poder que se se había hecho fuerte al otro lado del estrecho de Gibraltar: el imperio almorávide.
En el año 1086 llegaron los almorávides, agrupación de tribus beréberes dedicadas a la ganadería, que poco antes habían creado un imperio en el norte de África, con Yusuf Ben Tasufín como líder.
Caracterizados por el rigor religioso, los almorávides acabaron con los taifas, unificaron el poder político en al-Ándalus y lograron contener el avance de los cristianos hacia el sur. Sus éxitos militares más importantes fueron las batallas de Sagrajas (1086) y de Uclés (1108) contra Alfonso VI, rey de León.
El poder almorávide fue efímero. A mediados del siglo XII la unidad de Al-Andalus se vino abajo y la fragmentación política trajo los conocidos como Segundos Reinos de Taifas.
Más tarde llegaron a la Península Ibérica los almohades, que habían constituido unos años antes en el Magreb un nuevo imperio, también formado por beréberes, liderados por Ibn Tumart, fanatizados por una interpretación literal y rigurosa del Corán.
Los almohades no solo unificaron nuevamente al-Ándalus, sino que hicieron frente a los cristianos logrando algunos éxitos notables, como el obtenido en Alarcos (1195) contra Alfonso VIII de Castilla. También en este período se construyeron algunos edificios emblemáticos de la España musulmana como la Giralda de Sevilla o la Torre del Oro.
Sin embargo, el intento almohade de reunificación de Al-Ándalus también fracasó. El momento clave fue la aplastante derrota sufrida ante los cristianos en las Navas de Tolosa (1212), donde un  ejército aliado cristiano formado en gran parte por las tropas castellanas de Alfonso VIII de Castilla, las navarras de Sancho VII de Navarra y las aragonesas de Pedro II de Aragón contra el ejército numéricamente superior del califa almohade Muhammad An-Nasir.
La batalla fue el resultado de la cruzada emprendida por el rey Alfonso VIII, el arzobispo de Toledo Rodrigo Ximénez de Rada y el papa Inocencio III contra los almohades musulmanes que dominaban Al-Ándalus.
Saldada con una importantísima victoria del bando cristiano, esta batalla fue el punto álgido de la Reconquista y el principio del fin de la presencia musulmana en la península ibérica.

El hundimiento del imperio almohade llevó de nuevo a la fitna. Las nuevas taifas no pudieron resistir el avance cristiano que resultó prácticamente incontenible. La España musulmana quedó reducida al reino nazarí de Granada > correspondiente a las actuales provincias de Granada, Málaga, Almería y parte oriental de Cádiz<, convertido en vasallo del reino de Castilla, y fundado en el año 1238 por Mohamed Banu Nasr que los Reyes Católicos conquistarían en el año 1492.

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